viernes, 25 de diciembre de 2015

CUENTO NAVIDEÑO. EL PRÍNCIPE FELIZ

EL PRÍNCIPE FELIZ. (adaptación)

Érase una vez un príncipe que había gobernado su país despreocupadamente pero que era muy bello y por ello fue reconocido por sus súbditos.
  Al morir, se le erigió una bella estatua de plomo fundido cubierta de  una fina capa de madreselva dorada de la que todos estaban orgullosos. Pero sobre todo destacaban sus ojos que eran dos zafiros enormes y en la empuñadura de su espada un maravilloso rubí de un rojo intenso.
   Por allí revoloteaba una golondrina que había quedado enamorada de un bello junco. Sus hermanas le decían que era un pobretón y que con él nunca tendría futuro pero sobre todo que tendría que cargar con toda su familia y era verdad pues el junco vivía con sus otros hermanos, que eran muchos, en la orilla del río. 
  Tanto revoloteó que logró conquistar al junco. Pero llegado el otoño le dijeron sus hermanas golondrinas:
- Ha llegado el tiempo de irnos a Egipto. Allí descansaremos a los pies del faraón y el bello Nilo nos proporcionará alimento, calor y cobijo. 
Pero ella contestó:

- Yo me quedo con mi amante. Podeir iros tranquilamente.
 Pero iba acercándose el invierno y cada vez tenía más frío así que le dijo a su junco:
- Si no vienes conmigo nuestro amor se acaba aquí y yo me voy.
- Estoy atado a mi tierra y no te puedo acompañar. Adiós golondrinita.
 La golondrina triste porque su amado prefirió su hogar a viajar con ella, pensó que en la ciudad podría encontrar algo de calor. Sobrovoló las agujas de la catedral, algunos edificios pero al final eligió la estatua del príncipe feliz y allí a sus pies pasó la noche.
 ¡Qué bella habitación dorada! 
A la mañana siguiente una gota sobre su cabeza la despertó.
¡Qué raro! ¡No llueve! pero al levantar la vista vió que era una lágrima que caía del bello zafiro de uno de los ojos del príncipe.
- ¿Por qué lloras? Eres muy bello y admirado por tus súbditos. No tienes motivos.
-¡Ay mi buena amiga! Si los tengo. Aquí desde mi pedestal veo lo que sufre mi pueblo, algo que en vida no pude ver. Veo la pobreza y la miseria y no puedo remediarla. ¿Podrías tú ayudarme?
- Lo siento, pero mañana emprendo el vuelo a Egipto. Mis hermanas me esperan y yo aquí me muero de frío.
- Anda, hazme un favor y luego te vas, le dijo el príncipe.
-Vale. ¿Qué tengo que hacer?
-¿Ves esa mujer que está cosiendo casi sin luz? Está haciendo un hermoso vestido por encargo, pero tiene su hijito enfermo con fiebre y pide naranjas. Arranca el rubí de mi espada y lleváselo.
Así lo hizo la golondrina y el príncipe sonrió satisfecho al ver el niño recuperado gracias al frescor de  las naranjas que su madre pudo comprar con el rubí que encontró encima de su mesa y que lo atribuyó a un ángel debido a la Navidad.
 A la mañana siguiente le dijo el príncipe.
- Golondrina, golondrinita vuelvo a necesitarte, pues yo no me puedo mover de mi pedestal. Arranca un zafiro de uno de mis ojos y lleváselo a ese jóven escritor que trata de abrirse camino y no logra terminar su novela pues tiene las manos ateridas de frío y no tiene dinero para comprar carbón para su estufa.
- ¡Oh no, querido príncipe! No quiero dejarte tuerto pero sobre todo es que quiero partir para Egipto donde las flores de loto del Nilo me están esperando. Necesito sentir el aleteo de las mariposas y el calor de África.
- Anda, hazme ese favor y luego te marchas.
Y allí que fue nuestra mensajera a tratar de alegrar la Navidad al escritor por encargo del príncipe.
  Pero a nuestra amiga casi no le quedaban fuerzas, pues hacía mucho frío y las alas se le congelaban.
  A la mañana siguiente otra lágrima la despertó y el principe feliz le dijo.
- Haz por mi el último favor. Mira esa vendedora de cerillas, que lleva toda la noche esperando venderlas y no lo consigue, pero si llega a casa sin dinero su madrastra la castigará, hasta le pegará. Llévale el zafiro de mi ojo.
- Eso es imposible- dijo la golondrina- Te quedarías ciego y ya nadie te querría. No puedo consentirlo. Tú eras la más bella de las estatuas. ¡NO, NO y No!
  Pero compadecida de la pobre cerillera arrancó el zafiro y se lo colocó en su poble y encallada manecita y la pobre sonrio. Esa noche sería buena para ella.
  Aterida de frío, temblando, volvió la golondrina a los pies del príncipe. Soñó que sus hermanas que la esperaban la recibieron con cariño. Que la flor del loto del Nilo abrió sus pétalos para recibirla. ¡Qué felicidad!
  Pero a la mañana siguiente por más que el príncipe la llamó nadie respondió. Había muerto esa noche. Los basureros a la mañana siguiente la tiraron a una escombrera.
  Pero nuestro príncipe había quedado feo. Nadie lo reparaba. Los pájaros echaban sus excrementos encima y nadie lo limpiaba hasta que un día los políticos se reunieron y decidieron quitar la estatua y fundirla pues era de plomo.
  Pero el corazón del príncipe misteriosamente no se fundió y lo arrojaron a la escombrera donde fue a juntarse con nuestra buena golondrina.
  En el cielo dijo Dios a uno de sus ángeles:
- Traéme las dos cosas más preciosas de esa ciudad y el ángel le llevó la golondrina y el corazón del príncipe y dijo Dios:
  La golondrina cantará para mi eternamente en mi jardín del Paraiso y el príncipe feliz repetirá para siempre mis alabanzas.


                                                fin
Este cuento fue escrito por Oscar Wilde en 1888. La versión original es mucho más larga pero muy poética. Este cuento viene a ser como Romeo y Julieta de famoso pero en versión "Cuento"
  Estos días en los que las emociones las tenemos a flor de piel os recomiendo que como lección de valores se la conteís a vuestros hijos o nietos. La solidaridad, el arrepentimiento de las culpas pasadas, el amor, la poesía que encierran las cosas bellas de la vida son motivos suficientes para que los niños vean reflejada otra realidad de la vida. ¡Ánimo y a llenar las jornadas invernales de nuestros pequeños con cuentos bellos!

2 comentarios:

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